jueves, 8 de octubre de 2015

La Bibliotecaria Se Defiende (Ballbusting Story - Relato)

      

     Entre semana, Raúl solía pasar las tardes en la biblioteca hasta las nueve de la noche, hora del cierre. Allí, entre eclécticas lecturas placenteras, oteaba la sala de estudio donde los jóvenes estudiantes prestaban mayor atención a sus compañeros de mesa que a sus aburridos apuntes de examen.
    Sin embargo, el pensamiento de Raúl no se centraba sobre ninguna alumna universitaria o de instituto, sino en una de las numerosas bibliotecarias que trabajan en el centro. La mujer que copaba sus pensamientos en aquellas horas de lectura se llamaba Juana, tenía alrededor de unos cuarenta y cinco años y lucia un incitante cabello rubicundo a media melena, con más cantidad en el flequillo que por detrás, cuyo color según la temporada se veía algo más pelirrojo que rubio o viceversa. En cuanto a su figura, poseía formas redondeadas muy femeninas pero su rostro se dibujaba más bien delgado. Juana era guapa y su físico bien podría corresponder con la población celta que en el pasado había habitado parte de la Península Ibérica.
    Lo que más llamaba la atención a Raúl de Juana era su costumbre de no llevar medias en las estaciones frías, a finales de otoño vestía falda recia debajo de la bata blanca, en realidad su atuendo no podía ser más discreto y formal, pero al no llevar medias sus pantorrillas lucían desnudas al igual que sus talones, los cuales sobresalían de sus zuecos mostrando bellas zonas sonrosadas sobre un blanco esmaltado. Incluso en el frió invierno, algunos días vestía de esta manera, otras, cuando ya el frío se mostraba muy inclemente usaba leotardos o unos pantalones de fina licra, pero aún así se veían sus talones sin medías ni calcetines, sobresaliendo de los zuecos su deseable carne blanca y desnuda. Un día, Juana, mientras hablaba con otro compañero, sacaba y metía su pie dentro del zueco. Este acto en pleno invierno a Raúl le perturbo, pues cuando todas las estudiantes llevan zapatos cerrados o botas y el contacto de la piel con el aire es tan frío, el pie de Juana se mostraba impúdicamente más incitante y sus coloraciones sonrosadas se delataban mayores que en el resto del año. Juana sacaba el pie hasta el punto de descalzarse del todo mientras sostenía su punta sobre la horma del zapato. Raúl tuvo una fuerte erección, la hubiera poseído en aquel mismo momento.
    Raúl tenía 36 años aunque le gustaban las mujeres mayores que él, si bien requería que aparentasen cierta lozanía y Juana además de cumplir con estos requisitos, solía corresponder discretamente a las miradas de Raúl.
    Otra característica que le gustaba a Raúl de Juana era su voz, fuerte, bien timbrada, llena de asertividad y seguridad.

    Aquella tarde de Viernes, la bibliotecaria había estado más solicita con sus miradas dirigidas a Raúl que de costumbre y este se encontraba cada vez más excitado. Durante dos años se habían estado mirando, sin apenas intercambiar más que alguna palabra cuando a Juana le tocaba despachar los libros en la mesa de préstamo, pero la mayor parte de las veces, ella atendía la planta de estudio, donde los libros no se podían prestar sólo consultar. Juana cerró las cortinas y apago las luces, mientras se marchaban los estudiantes y algunos socios más maduros. La sala quedo vacía y totalmente a oscuras.
    Raúl se escondió tras el pasillo de los libros de arte. Juana se acercó con el carrito, entonces vio como una mano se posaba sobre la suya y al levantar la cabeza vio a Raúl excitado y jadeante.
    -No puedo aguantar más. Me vuelves loco –le susurro al oído a la bibliotecaria.
    -Pero qué haces, no, no… -contestó Juana también jadeante, pero sus palabras reflejaban en sus gestos y en sus actos, un escaso poder de convicción.
    Estaba claro que ella también sentía atracción y los dos se besaron en la boca con nerviosismo, Raúl metió su lengua con dureza, un beso puramente sexual.
Ella sólo susurraba –no, no por favor –mientras continuaba el beso con los ojos cerrados. Raúl comenzó a sobarle los pechos, ella incrementó sus aspavientos y negaciones, pero no podía ocultar su excitación y mientras negaba, soltó un gemido de placer.       Si bien la calefacción ya había sido apagada y estaban en pleno invierno, el calor irradiado por la pareja ardía de manera sofocante. Juana trató de apartar sin demasiada fuerza las manos de Raúl, pero cuando este llevó su mano al sexo de ella y lo sujetó con fuerza, esta abrió los ojos despertando de su letargo hipnótico.
    -Esto es mío entiendes, va ser mío y lo quiero ya.
    -Noooo!!!! –gritó, esta vez, con fuerza y asertividad la mujer, llevando su mano a la de Raúl tratando de apartarla.
    El semblante de Juana había cambiado, estaba asustada pensando que Raúl la iba a violar ahí mismo, cuando en la planta de abajo, en ese mismo momento, se cerraron las puertas del edificio. Los cinco minutos de evacuación de público y empleados habían pasado y el guarda había echado las llaves a las puertas yéndose a casa. No había nadie más en la biblioteca; Juana estaba en manos de Raúl.
    Déjame, déjame, ahora mismo –el gesto de Juana al decir estas palabras mostraba gran enojo y esto desagradó profundamente a Raúl, que pellizcó con fuerza la vagina de Juana, introduciéndole un dedo y tirando hacia arriba. Juana pegó un respingo –Ahhhhh! –y su rostro reflejó dolor e impotencia, pero también vergüenza por sentir un extraño placer indeseado.
    -No me hagas ser malo –amenazó Raúl.
    -Ahhh suéltame, suéltame –sollozaba en voz baja la mujer.
    Para mitigar el dolor Juana trataba de ponerse de puntillas e, instintivamente, sacó sus pies de los zuecos para apoyarse mejor. En uno de los escasos movimientos que pudo hacer, la mujer levantó con fuerza su rodilla derecha contra la entrepierna del hombre que soltó un fuerte y agudo grito de dolor;
    -AAAAAAAAAAIH
    Al momento, Raúl soltó a Juana y se llevó sus manos a sus doloridos testículos quedando agachado, mientras Juana arreglaba su braga y bajaba su falda con su vagina adolorida, cuando levantó su cabeza contempló Raúl, quien no lograba mantenerse en pie del dolor.
   
    Sin embargo, Juana ya estaba casi recuperada y trató de salir corriendo pero Raúl la tomó del tobillo y la hizo caer al suelo. Aún con los testículos doloridos, el varón se puso encima de Juana para intentar violarla, esta para defenderse comenzó a dar patadas al aire en forma de bicicleta consiguiendo impactar dos veces sus fríos pies delcazos sobre la cara de Raúl, quién sintió las plantas de los pies de Juana, primero contra su mandíbula y boca y luego, directamente, contra su nariz. Sintió la frialdad del pie de la mujer, debido a la temperatura pero también, tras ocho horas andando sin calcetines sobre los zuecos, percibió un cierto olor si bien no desagradable si característico, mezcla de cuero y olor intenso a pie limpio, pero al fin y al cabo a ese olor idiosincrásico y pronunciado que sólo posee esta parte del cuerpo. A Raúl le excitó el aroma y su pene se convirtió en un bulto espectacular, Juana se dio cuenta y lanzo su pie izquierdo contra la cara de Raúl dejándolo fijo sobre el rostro de este, mientras tiraba de las manos del hombre hacia si misma, ejecutando una efectiva palanca. El hombre estaba sufriendo la fuerza, el olor del pie blanco y sonrosado, que por su lindo y suave aspecto parecía el pie de una niña adolescente en una mujer madura. Juana lo miró, mientras mantenía su pie en la cara de su atacante, quien no podía ver nada más allá de la planta femenina fijada con fuerza sobre los ojos, nariz y boca del varón; desde esta perspectiva la planta de Juana se volvía gigante por la cercanía, impidiéndole la visión total. 


                                          La planta del pie de Juana

     Tras un largo lapso de tiempo, las dificultades para respirar de Raul, lo obligaron a inhalar con toda la fuerza posible porque el pie de la mujer le estaba impidiendo la circulación del aire hasta límites peligrosos. Al inhalar el escaso oxigeno existente entre la planta de la mujer y la boca y nariz del hombre, todo el olor natural del pie de Juana se introdujo por las fosas nasales de Raúl, y percibió todos los matices del penetrante aroma; el frío, la zona de los dedos, una pequeña dureza en la almohadilla de la planta con un color anaranjado, y se notaba, claramente, el matiz del cuero del zapato impregnado en algunas zonas de la sonrosada y perfecta planta de la mujer. Entonces Juana retiró su pie, miró con rabia a Raúl, visiblemente atontado y mientras lo sujetaba por las manos lanzó una terrible patada con su planta que chocó contra la nariz, boca y mandíbula del hombre. Toda su cabeza tembló ante la patada de la fémina y la nariz y los labios de Raúl comenzaron a sangrar profusamente.
    ¡Ahhhhhh cabrona! –Raúl se llevó las manos a la cabeza sin ver nada.
    Juana aprovechó el momento y retirando las piernas tomó posición y desde el mismo suelo pateó los testículos del hombre con la planta del pie, Raúl sintió como sus bolas se escachaban introduciéndose en su abdomen…
    -¡Uuuuuuh! ah ah –el hombre soltó un grito femenino y sollozando dijo  –Mis bolas, perra, mis bolas – y cayó hacia atrás tumbado con una mano en los testículos y otra en la cara, mientras repetía débilmente –no, no, no... –.


     -¡!!Me ibas a violar eh cerdo, cuando te dije claramente que no!!!
    Juana se incorporó del suelo y desde lo alto bajó su pie hacia la traquea del hombre y  apretó con fuerza, Raúl sentía que se ahogaba y tras el inicial frío impacto del pie femenino sobre la traquea, en seguida, el frío se torno en un abrasador fuego quemando su garganta.
    -Basta, me ahogo, me ahogo –suplicaba el hombre mientras amagaba intentos de tos.
    Juana se compadeció y levantó su pie de la traquea y Raúl llevo sus manos a la garganta. De repente, Juana con su mano agarró con rapidez y fuerza los testículos del hombre y tiró de ellos para que este se levantara del suelo.
    -Levanta cabrón, ¿recuerdas cuando me cogiste de mi coñito, eh? Cerdo abusador, levanta o tiro –la sexy voz de Juana ya no sonaba asertiva, sino inquietantemente amenazadora.
    -No, no tires por favor… –sollozaba el hombre mientras trataba de incorporarse.     Cuando estuvieron cara a cara, se reflejaron las dos perspectivas de la situación tornada; la mujer rubicunda frunció el ceño rabiosa, sobre el rostro compungido y sufriente del asustado varón.
    -Vamos maricón, ponte de puntillas como me hiciste a mí o te arranco los huevos.
    La rubicunda bibliotecaria apretó con fuerza mientras, al mismo tiempo, retorcía las gónadas del hombre. Un sonido, parecido a un crujido “cccrssss” se dejó oír, lo cual aún asusto más al Raúl ya de por si muerto de miedo porque el dolor se hacía insoportable.
    -Vamos de puntillas o me hago una tortilla con tus huevos.
    -AHHHH ahh ah ah no puedo mas, Juana, no puedo más, por favor…-suplicaba Raúl.
    -No digas mi nombre, no lo pronuncies, no lo ensucies. Has estado escuchando como me llaman mis compañeros, me vigilas, ya veo. Ahora ya no eres tan chulo ¿eh?
    -Si, me rindo, me tienes, me tienes, me tienes….
    -Sé que te tengo, lo sé, te tengo cogido por los cojones –sonrió la mujer mientras miraba con suficiencia y altivez al humillado varón.
    Juana apretó mas y, de repente, tiró hacia abajo acompañándose con un grito –para incrementar la fuerza -¡Yaaah¡
    -UUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH –el grito del varón fue atronador, con la boca totalmente abierta y los ojos desorbitados. Durante un momento, quedó en silencio mirando al vació, luego observó a Juana y se echó a llorar cayendo al suelo desplomado.
    El macho había sido vencido, estaba semiinconsciente y Juana aprovechó para quitarle los calzoncillos que tiró por la ventana, por unos momentos entró un viento helado que casi fue un alivio al refrescar los magullados, machacados y ardientes testículos de Raúl. Juana cerró la ventana y se acercó para incorporar al hombre, apoyándolo contra la mesa. Después buscó sus zuecos en el suelo, antes de calzárselos los miro y recordó como Raúl, en el pasado, siempre la observaba a hurtadillas fijándose en sus pies, así que no se calzo y llevó el zueco hasta la nariz de este, diciéndole;
    -Vamos, ¿no te gustaban tanto mis pies, cuando me mirabas a escondidas? Huélelo cabrón, huele mi zueco con el que paso mas de ocho horas de pie –aunque a Juana no le olían mal los pies, porque era muy limpia, si bien el zueco por el uso continúo emanaba un aroma muy fuerte a su pie, al olor natural pero penetrante de la mujer rubicunda. Entonces, todo ese perfume perturbador entró por la nariz de Raúl, que a pesar de estar atontado y muerto de dolor no pudo evitar una nueva y fuerte erección. Juana se dio cuenta y abrió los ojos con admirable sorpresa.
   -¿Así que aún te funciona tu cosita, eh? Vaya, yo creía que ya te habías convertido en un eunuco. Serás guarro y enfermo, excitándote cuando una mujer te esta arruinando a todos los niveles –la pelirroja bibliotecaria comenzó a acariciar ironicamente el pene de Raúl, mientras se reía y este sudaba sollozando muy asustado –Pues como veo que todavía no estas capado voy a enviarte este regalo.
    Juana tomó impulso dando unos pasos hacia atrás y con su pie descalzo pateó con la mayor fuerza de toda su existencia los ya muy hinchados y enrojecidos testículos del desdichado. El empeine y los dedos de los pies de la rubicunda mujer cuarentona golpearon sin piedad las débiles gónadas del hombre, su blanco pie cual martillo hembril las trituró dolorosamente hasta el exterminio. Raúl ni siquiera logró gritar, sólo alcanzó a emitir un débil y gimoteante suspiro hacia dentro. Tras un instante, consiguió dar unos pasos y sollozar en voz baja unas pocas palabras; -Mis huevas, me ha dejado sin huevas –y se desmayó cayendo en una semi inconsciencia, podía oír si bien no percibía más que manchas borrosas.
    Juana contempló al hombre, humillado, befado y derrotado ante sus pies. Antes de irse, la pelirroja se calzó y le dijo a Raúl;
    -Mírate ahora, vencido por la mujer a quien pretendías violar, te habrás convertido en un patético eunuco porque ya no veo tu erección, sólo tus patéticas pelotas hinchadas como ruedas neumáticas, jajaja, bye bye vida sexual, por fin podrás gozar como el maricón que siempre has sido, eso es lo único que disfrutarás, pedazo de capón, eres tan ridículamente débil… me voy porque me das asco.
    Y Juana se fue corriendo, dejando al hombre desmayado.
   
     A la mañana del siguiente sábado, la mujer de la limpieza –ecuatoriana de raza indígena –encontró a un hombre desnudo de cintura para abajo tendido sobre el suelo.
    Cuando la policía acudió a la llamada interrogó a la limpiadora de treinta años. Hubo cierto cachondeo, porque la ecuatoriana dijo en la llamada “Vengan rápido, por favor, un hombre que no sé si está muerto o vivo tiene las pelotas muy hinchadas”.  A la policía le pareció curioso que la mujer no dijera más finamente “testículos”. Sin embargo, debían interrogarla a fondo, porque al llegar comprobaron como el hombre estaba de pie tratándose de apoyar sobre la mujer de la limpieza. El hombre no podía hablar sumido en un profundo shock y querían saber si ella había ocultado algo o era quien le había producido el trauma. Uno de los agentes, un hombre rechoncho, le preguntó;
    -¿Pero no dijo usted que no sabía si estaba vivo o muerto por lo de los testículos?  
    -¿Los testo qué? Testisos… no le entiendo, Señor Agente.
    - Jajaja- estalló de risa otro de los agentes que era una atractiva mujer rubia con moño, no pudo evitar la risa y trató de taparse la boca, viendo que no lograba disimular su mofa, trató de arreglarlo quitándole hierro al asunto – Señora, mi compañero se refiere a los huevos, a las pelotas del varón.
    -Ah siii, si, sus pelotas, pobre hombre, estaban hinchadísimas, yo nunca había visto una cosa así, como melones, sabe usted Sra. Agente. Mientras ustedes venían como el señor no me contestaba y no sabía si estaba muerto, con la punta del zueco le toqué sus partes para saber si estaba bien y resulta que debí apretar demasiado sin querer, yo juro que lo hice flojísimo- y la ecuatoriana lo escenificó levantando la rodilla y con el pie al aire puso la punta hacia abajo haciendo circulitos como cuando uno mete la punta de los dedos en el agua para comprobar la temperatura. Ve, Señora Agente, así de flojito.
    -Ya lo veo, ya, jajaja –la mujer policía estaba a punto de orinarse de risa, pero trataba de contenerse.
    -Pues el caso, Señora Agente, es que empezó a despertar diciendo “uh uh” y yo cómo vi que parece que eso le daba vida, pensé que igual funcionaba como lo de la respiración a boca de los ahogados y apreté un poco más, pero muy poco. El caso es que el señor se volvió loco y gritaba “no otra veeeez noooo por favor, ahahha mis pelotas mis pelotaaaaas” si viera como gritaba señora, yo quite rápido el pie y cuando le ayudaba a levantarse aparecieron ustedes”
     Los hombres presentes pusieron mala cara cuando una doctora le inspeccionó los testículos y vieron la tremenda hinchazón. Sin embargo, la mujer policía no podía evitar una amplia sonrisa mientras hablaba con la limpiadora.
     -No se preocupe, Lucinda, al parecer otra persona debió agredir al hombre y si no se equivoca mi instinto fue una mujer defendiéndose de algún vil ataque –insinuó la agente de policía.
     -Ahhhh ya, ya, es que una patada en las bolas los dejan para el arrastre, mi marido me fue a poner una vez la mano encima y le arreé un patadón en las pelotas que lo deje baldado una semana y no me volvió a intentar pegar -dijo sin ningún pudor y con evidente orgullo la morena ecuatoriana.
    -Jajaja, claro, hizo usted bien, jajajaja.
     Otro agente con bigote, se acercó a las mujeres y les dijo que el hombre no quería interponer ninguna demanda que todo había sido un accidente. A lo que contestó la rubia mujer policía:
    -Otro cerdo violador ha tenido su castigo, espero que no se le levante nunca más.
    En esto se acercó la joven doctora de veinte y ocho años y dictaminó;
    -Pues mucho me temo que sin necesidad de radiografía, ya puedo anunciar que este hombre ha quedado más impotente que un eunuco en la corte imperial de la China.
    Las dos mujeres españolas se echaron a reír, mientras la ecuatoriana puso mueca de dolor en los ojos y negó con la cabeza, ridiculizando el suceso. No se equivocaba, quizás exactamente, la ecuatoriana no supiera cómo se decía de manera científica la palabra “testículos” en castellano, pero conocía perfectamente los efectos de infinitas patadas en dicha parte y dijo;

    -Ahorita, Perdió el carné de Papá…


watermoon1978@gmail.com

4 comentarios:

  1. pon ballbusting en el enunciado, para que aparescas en google si alguien pone ballbusting stories.

    buena historia, te pasaste

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  2. Mi hermana ne revienta mis testiculos

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