lunes, 5 de octubre de 2015

Defensa Nocturna en el Museo

    Relato Ficticio Ballbusting Hetero;  Una funcionaria madura se queda de noche en el museo para cerrarlo, un ladrón al ser descubierto intentará agredirla. La mujer se defenderá.

                                                        Alicia en plena defensa

    Alicia ocupa un cargo de funcionaria en un museo del ayuntamiento. El recinto se sostiene con muy pocos trabajadores, cualidad intrínseca en la praxis gubernamental española, donde poseer un trabajo por muy esclavista y poco satisfactorio que sea a nivel de desarrollo humano, es poco menos que un envidiado privilegio, ya que la mayoría de gente malvive sin empleo. A cargo del museo trabajan dos funcionarios distribuidos en distintas plantas del museo además de un guarda de seguridad en la puerta y una empleada de limpieza. Sin duda, un ínfimo personal para sostener, sin el menor gasto, un museo de entrada gratuita pero pagado por los contribuyentes. Nadie vigila las obras de arte que allí residen, la mayoría de segundo nivel, ciertamente, pero valiosas por formar parte del patrimonio de la región y su antiguo reino.
    Los pasillos del museo permanecen siempre vacíos de gente, de vez en cuando algún visitante se mueve en soledad por sus sobrios recodos, donde el único sector de seguridad se centra en algunas cámaras obsoletas que vigilan desde el techo, la mayoría de ellas ni siquiera funcionan.
    Habitualmente, tras terminar su trabajo de informar a los visitantes, Alicia se levanta de su amplia mesa, echa un vistazo, apaga las luces y cierra las puertas de su planta dedicada a obras de la época del renacimiento.
    Una noche tras dar las ocho y media, Alicia no salió de su mesa porque tenía mucho trabajo acumulado. El guarda de seguridad subió al segundo piso del museo como hacía, por norma, cuando uno de los funcionarios no salía por la puerta de salida a la calle a la hora estipulada.
    -Cómo va todo, te has retrasado, ¿Ocurre algo Alicia?
    -No, Jorge, tengo mucho curro acumulado y me gustaría acabar ciertas cosas antes de irme, me llevará media hora más.
    -¿Quieres que eche un vistazo? –preguntó el guarda de seguridad.
    -No te molestes, no hay ninguna novedad, cuando acabe pasaré un momento y ya cerraré yo la puerta de la planta y la de la salida de abajo.
    -Como quieras, tú mandas, ya es la hora y yo no puedo hacer horas extras según mi contrato.
    -No te preocupes, pasa buen fin de semana –le dijo Alicia enfrascándose en su trabajo.
    
    Después de media hora larga, Alicia se dispuso a apagar la luz de los pasillos. Había cinco pasillos, cada uno con su luz independiente, al apagar la luz del pasillo más apartado escuchó un ruido, inmediatamente, dirigió su vista hacia el sonido y descubrió a un hombre que portaba una bolsa donde guardaba uno de los jarrones italianos del siglo XV, la mujer trató de correr por si el hombre iba armado. Entonces él se abalanzó y con una linterna intentó golpearle con fuerza la cabeza, sólo la rozó aún así Alicia sintió daño. Al ladrón le resultó sorprendente que Alicia hubiera esquivado el golpe, pues se trataba de una mujer de cincuenta cinco años, físico más bien achaparrado, bajita y con algo de barriga. Aún así resultaba atractiva, si bien apenas poseía cuello y sus espaldas eran anchas, su rostro era agradable, más bien guapa, sus piernas embutidas en un pantalón beige tipo safari se veían fuertes, quizás demasiado para su físico, calzaba unas panama jack. El pelo lo llevaba típico de peluquería de barrio, con ese estilo pseudo moderno que demuestra escaso gusto, puntas largas por detrás y capas lisas con mechas por encima, de color caoba. Todo esto rematado por una camiseta básica azul celeste. A pesar de que se trataba de una mujer de cierta cultura, su aspecto informal se asemejaba más al de una maruja que al de una progre, quizás porque a Alicia no se preocupaba demasiado por su físico, ella tenía otro tipo de intereses.
  -Déjeme salir o váyase usted, si quiere robar hágalo y aténgase a las consecuencias, sólo soy una funcionaria de información, no una guarda –le advirtió la mujer con tono asertivo y voz alta.
    El ladrón que sin ser alto le sacaba ocho centímetros a la mujer, era más joven que ella pues tenía 43 años y poseía cierto físico corpulento, llevaba una camiseta negra y un pantalón vaquero gris oscuro.
    -Muy bien, deja que te ate para que me de tiempo a huir antes de que llames a la policía –le  contestó el individuo, sacando una gruesa cuerda blanca enrollada de la mochila.
    -Eh no no, yo no me dejo atar –dijo Alicia asustada, pensando que quizás el intruso no cumpliese con su palabra y al estar atada pudiese apalizarla, matarla o violarla.
    –Déjeme ir, por favor –le  suplicó todavía con voz firme.
    -No –dijo sonriendo maliciosamente el hombre
    -Huya entonces, le prometo que no llamaré a la policía hasta veinte minutos después –trató ella de convencerle.
    -¿Y cómo sé que es verdad? Venga, si no accedes a las buenas lo harás por las malas, zorra.
    El ladrón se acercó con las cuerdas y un cuchillo para amedrentar a Alicia, ella nunca hubiera peleado por salvar una pieza del museo, pero no podía dejarse atar, no sabía como actuaría el ladrón después de atarla y ahora al menos tenía alguna posibilidad de sobrevivir si se enfrentaba a él, ella confiaba más en su cuerpo y en sus respuestas que la palabra de un desconocido armado.
    En ese momento Alicia, se puso en postura de tres cuartos hacia su adversario con las manos abiertas, postura típica de defensa a la espera de un ataque. El ladrón se dio cuenta que la mujer madura y achaparrada tenía alguna noción de combate, aunque su postura un tanto forzada se veía muy básica como para asustar a un hombre bregado, así que no se arredró y se lanzó para poner el cuchillo en el cuello de Alicia. Esta le respondió con rapidez con un giro de manos, que desorientó al agresor, golpeando con la mano abierta que tenía más atrasada la nuez de este, dejando la otra mano abierta contra su propio rostro para protegerse. Cuando el daño sufrido en el cuello impelió al agresor a soltar el cuchillo para llevarse las manos a la zona dolorida, la otra mano de Alicia, que continuaba abierta con el dedo gordo hacia su rostro, se lanzó girando en forma de canto hacia la prominente nariz del individuo que comenzó a sangrar con abundancia.
    -¡Ahhg maldita puta estoy sangrando!
    Alicia con el pie empujo el cuchillo apartándolo de la escena perdiéndose entre la oscuridad.
    El hombre soltó un puñetazo al rostro de Alicia sin llegar a darle del todo, pero empujándola contra la pared. Entonces, la tomó del cuello con una mano y apretó fuertemente. Alicia notaba como se ahogaba, estaba en grave peligro el cuello le iba a explotar y con rapidez lanzó una patada entre las piernas del agresor. Como estaban muy cerca el uno del otro, la patada fue conectada con la espinilla quedando el pie de Alicia sobresaliendo enteramente de la entrepierna del hombre. Este soltó un gemido agudo al notar el impacto contra su zona más sensible, e instintivamente cerró sus piernas, eso fue su perdición pues la pierna de Alicia quedo atrapada pero de manera cómoda, pues su empeine formaba palanca sujetándose en el trasero del hombre, sólo tuvo que retrasar su pie e inclinarlo con la punta hacia abajo para formar el ángulo apropiado y comenzar a dar pequeñas pero destructivas patadas con su pequeño pie en los indefensos testículos del hombre. No eran patadas fuertes, pero ahí un pequeño e intrascendente golpe puede ser muy doloroso y Alicia no paraba de conectar pequeñas patadas aprovechando el poco espacio del que disponía su pie atrapado entre los muslos del hombre y enfundado en las botas todo terreno Panama Jack de numero 37. El hombre aguanto bien las primeras patadas pero cuando Alicia iba por la cuarta patadita los quejidos del hombre se iban incrementando de volumen y agonía. Pop pop pop sonaba y el ladrón respondía a cada golpe;

                                                 Las botas Panama Jack de Alicia

    -Ah, aah, aaaah, aaaaah
    Pero Alicia no cejaba y continuaba pateando con pequeñas incursiones la virilidad de su adversario. El dolor de cada patada se añadía al dolor de la siguiente y aunque todas las patadas, dado lo reducido del espacio, poseían la misma mínima fuerza, a cada nueva conexión de la redondeada y robusta bota de la mujer con los testículos del hombre, el dolor se tornaba más fuerte e insoportable. Ella pensó que aquellas botas de desierto le permitirían patear con toda la fuerza del mundo sin sentir daño en el caso de que debiera hacerlo. Pero de momento, debía conformarse con diminutas patadas cuyo poder devastador se basaba en la rapidez y número de las mismas
      -Aaaaaah aaaaaaaaah aaaaaaaaaaah bastaaaaa bastaaaaaaaa hija de puta, me rindooo.
    El hombre soltó a Alicia y esta desatascó la pierna de entre las piernas de este, quien cayó sobándose los genitales ante la mirada desafiante de la funcionaria.
     -Unas pataditas en los güevos y ya te rindes, pero bien has venido con un cuchillo y luego has tratado de estrangularme –le reprochó la mujer ya muy segura de si misma y llena de rabia. Y lanzó una patada a la cara del hombre que yacía en el suelo, entonces fue cuando las fuertes piernas de Alicia demostraron porque era la parte más lozana y recia de su anatomía. Y es que los intereses de Alicia no le convenían al adolorido ladrón.
     -Sabes cabrón, doy clases de defensa personal dos días a la semana desde hace cuatro años y no sabes cuanto me alegro ahora.
     La patada le había hecho temblar al hombre todos los dientes y apartó las manos de su entrepierna para tocar su mandíbula, desprotegiendo de nuevo su punto débil.
    Alicia, que no apartaba la vista de los testículos del ladrón, pues su profesora de defensa le había dicho textualmente que “en una pelea con un hombre debía vigilar y atacar directamente a los huevos para conseguir derrotarle”, advirtió con rapidez que su atacante había dejado su sensitiva zona desprotegida y levanto la rodilla y bajó con fuerza su pierna contra la pelvis del ladrón, machacando con la suela gruesa y dentuda de sus Panama los vulnerables testículos del ya patético perdedor. Se escuchó un cronch como si algo se hubiera aplastado y al momento un grito espeluznante;
 -UUUUUUUUUAAAAAAAAAH
    Alicia no levantó el pie y lo mantuvo sobre los testículos del hombre, tras unos instantes, comenzó a retorcer la bota en círculos y a echar el peso de su cuerpo sobre las gónadas del varón.
    -No uuuuah auuuuah no basta hija de puta nooooooo quita el pie quita el pie.
    El individuo trataba, sin apenas fuerza, de levantar con su mano el pie de la mujer de sus maltratados genitales, mientras esta observaba sin piedad el vano y penoso intento. Entonces, Alicia pensó en la debilidad de los hombres; todo se trataba de mitificación, el hombre físicamente no valía nada y si una mujer poseía la valentía suficiente de atacar sus atributos masculinos por fuerte que este fuera, ella tendría la victoria asegurada. También comprendió que esta norma no podía aplicarse a dos hombres enfrentándose pues ambos podían pegarse ahí y responderse mutuamente, con lo cual se lo pensaban mucho antes de atacar en una zona tan comprometida porque si pegaban ahí serían pegados también en la misma zona. Por eso las mujeres siempre pegaban sin preocuparse demasiado del lugar golpeado, es más, siempre pegaban en la mismo vulnerable punto de la anatomía masculina, porque el hombre no podía contestar pues ellas, afortunadamente, seres superiores carecían de testículos una zona de la que los hombres se jactaban en publico pero que en una pelea con una mujer significaba una clara desventaja. Alicia, sonrío con los labios sellados.
    El ladrón se tocaba desesperadamente sus vergüenzas, medio llorando medio riendo, debido a la propia ansiedad y el dolor padecido.
    -Mis huevos, dios mío, mis pobres huevos, me has… me has desgraciado…
    La mujer lo jaló de los cabellos y acercó su rostro al del hombre.
    -Me das pena y lástima, pringado, ahora te voy a atar como querías hacerme a mí.
    Asió las cuerdas, pero el hombre no soltaba las manos de su entrepierna, así que Alicia le introdujo los dedos en los ojos, consiguiendo que el hombre llevase las manos hacia su cara, donde resultaba más fácil retorcerle los dedos, pues el ladrón apenas tenía ya fuerza y se las ató con un nudo doble.
     -Bueno, bebe, vamos a ver qué hacemos contigo -Alicia le quitó el cinturón al hombre y abrió el botón y bajó cremallera de su pantalón.
    -Que vas a hacer, no no por favor, llama a la policía, pero déjame, déjame, ya.
    -No llores, marica –y le bajó los pantalones y los calzoncillos.
    Los testículos del hombre ofrecían un aspecto lamentable o más bien el testículo, porque uno de ellos había desaparecido de la bolsa escrotal, Alicia, por un momento, pensó si se lo habría reventado y si eso pudiera conllevarle algún problema legal, porque dejarlo impotente o estéril es algo fortuito, indemostrable en un acto de defensa pero reventar un órgano puede ser tomado como defensa desmedida, palpó la bolsa vacía, él hombre le gritó; -qué haces déjame los huevos, estás loca –ella no observó la gónada destruida sino vacía y recordó que a los hombres por un golpe o mala posición los testículos se les pueden subir a la parte baja del abdomen, como a su hijo cuando era pequeño, así que palpó la zona inguinal y lo encontró ahí, lo bajó empujándolo hacia abajo y este volvió a la bolsa escrotal. Sus gónadas estaban hinchadísimas, amoratadas y enrojecidas pero los dos testículos permanecían todavía íntegros. Alicia sintió cierto alivio, por ella misma, claro. Le dijo al hombre;
    -Te felicito, aún mantienes tus pelotas, no se te ha reventado ninguna, ahora bien, yo no sé si te servirán para algo, tienen el tamaño de sandias, jajaja, la orquitis no te la quita nadie, ya verás ya…
    -¿Qué dices ahh qué es una orquitis? Ahh ahh- pregunto entre sollozos y aullidos.
    -Ignorante, una orquitis es una inflamación de los testículos que puede ser tan grande que puedes quedar estéril o impotente o las dos cosas. Es como una ruleta jajaja
    -Hija de puta, me has destrozado la vida. Te mataré perra.
    -Cállate capón –y la mujer le retorció los testículos con la mano.
    -Ahhhhh suelta, suelta ahhhhh
    -¿Qué dices qué soy? –le preguntó Alicia mientras seguía apretando.
    -Nada, ahhh uuuuuh lo retiro, pido perdón ahhhh suéltame ya no lo soporto no lo soporto.
    -Dime señora- y apretó con más fuerza, la mano de la mujer parecía una tenaza mortal.
     -AHHHHH AHHHH Señoraaaaa Señora
     -Esta bien voy a probar, si aún funcionas o ya estás caput –Ana tomó el flácido pene del ladrón y lo acarició suavemente y comenzó a masturbarlo, este, aun con dificultad, creció y consiguió una erección.
     -Bueno, de momento, la orquitis no es definitiva aún puedes hacerlo, jajaja, sabes lo que pienso, que ellos nunca sabrán si todo sucedió en un momento fortuito si luego hago desaparecer las cuerdas así que voy a darte tu último regalo -y la mujer lo masturbo, al hombre le costaba y ella se quitó la camiseta enseñandole los pechos, finalmente y pese a tener los testículos completamente hinchados el hombre eyaculó.
    -Qué haces cerdo, me has manchado, te pego una paliza, te hincho las pelotas a patadas y encima te excitas, eres un enfermo mental. Bueno, ellos nunca sabrán si tu castración fue en un momento fortuito, ya que la o
rquitis podría ser más grave, acabemos con tu sufrimiento.
   -Que vas a hacer, no no no, ahh uhh me vas a castrar con el cuchillo??
   -No imbecil, yo no me mancho las manos ni quiero ir a la cárcel, me voy a aprovechar de tu debilidad por ser hombre y nadie sabrá si tu emasculación fue en un momento de defensa o por excederme, pues será tu palabra contra la mía.
  -¿Entonces, qué vas a hacer ah ah?
    -Para que quiero un cuchillo teniendo mi pie, te voy a dar tal patadón en los cojones con mis botas que te voy a hacer niña de por vida…
    -No, no basta no no no porfavor –el sudor caía por la frente del macho desahuciado que pronto sería un ser asexuado. Él no podía protegerse, tenía las manos y los tobillos atados.
    Alicia se ató fuertemente los cordones de sus cortas botas, cual futbolista antes de lanzar un penalti, se retiró muchos metros hacia atrás, aún llevaba los pechos al aire, comenzó a correr aumentando la velocidad, sus pechos se bamboleaban y cuando se acercó estrelló con toda la fuerza de sus poderosas piernas su bota panama jack contra los desnudos testículos del ladrón. La patada fue salvaje, y tras quedar con la boca abierta el hombre sólo pudo pronunciar un “no” y se desmayó dejando un circulo de orina a su alrededor, el pene caía hacia un lado totalmente flácido, la erección había desaparecido y con toda seguridad ya nunca volvería.
    La mujer se vistió la camiseta azul celeste y contempló los genitales del hombre, cómo su circulo de orina había empapado la suela de sus botas y dijo –que vergüenza –. Desató la cuerda y la guardó en el bolso, se fue y cerró la puerta del museo, tomó el coche y condujo hasta el río y la tiró. Después, se dirigió otra vez hacía una zona cercana al museo y llamó a la policía, mientras esperaba en el coche pensó en hacer el amor con su marido cuando llegase a casa, porque se encontraba muy caliente y que si a el no le apetecía le amenazaría con “apretarle la bolas” total, se trataba sólo de un hombre.


watermoon1978@gmail.com

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